A orillas de la noche no hay silencios,
es el rugido del mar quien algo reclama,
eufórico, desesperado, contra la arena
y debora con ternura nuestros cuerpos.
Porque tú estás conmigo,
es por eso que callo, me sumerjo
en la extensión infinita de tus besos.
A orillas de la noche no hay secretos
que no se sepan y la luna no delate,
huye el tiempo tras las estrellas
se pierde en luceros de mil mundos
que creí ver inalcanzables
como sueños imposibles, lejanos
pero a la vez tan inevitables
como el amor que escondemos
en la orilla de cielo y plata marina.
Rocé con mis dedos entrometidos
el horizonte en los surcos de tu piel,
detrás de tu sonrisa incandescente
donde solo deseo más de tus caricias,
diligentes, sobre mi costado.
Se funde en la orilla de la noche
nuestros corazones, en su clamor nocturno,
sin secretos ocultos, sin silencios voraces.
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