A fuego ácido me supieron tus besos
y no importa cuánto me los lave
pues todo cuanto pruebo ya me sabe
a esos ardores en mis labios presos.
Me produjeron tantos retrocesos
y sustos a la espera de que acabe
tu piel marchitar por cuando sabe
tu mejilla a maquillajes espesos.
Fueron amargos pero más fue aquél
beso último que desprendió tu boca
donde creí librarme de una pena.
Ahora al recordar los confundo con miel
y brota en mí melancolía loca.
Me pregunto si sabrá igual esta cena.
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