sus árboles, sus toboganes, sus columpios...
duermen y sueñan
con que mañana más niños
los visiten y jueguen con ellos.
Esperemos que sus ilusiones
no acaben rotas
como la esperanza
y las botellas vidriosas de cerveza
de adolescentes que las arrojan
y beben sus penas.
Porque los parques también sueñan...
y lloran.
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