lunes, 17 de octubre de 2011

soledad, el mar y yo

Yacía el sol ya moribundo
a mi entrada en una playa,
me despojé de mis zapatos
al igual que desnudé mi alma
pero el tacto de mi piel sobre la arena
no trajo más que el recuerdo,
en un silencio incómodo
quebrado por un nostálgico
 suspiro del viento marino.


Me derrumbé en ella
frente a un mar, anaranjado,
la lengua espumosa del mar
lamió mis pies en olas
como preguntándome
¿qué te sucedió?


Dediqué mi tiempo
 a contemplar, a pensar;
si el tiempo es oro,
mereció la pena. Repetiría.


Solo un enigma me inquietó
durante horas:
¿qué dimensión será más extensa,
el mar o mi pena?

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